Aguacero en Manzanillo por: Ramón Guerra Rivero Desciende desde la loma turbio torrente a la mar para en tumulto vaciar cuando el aguacero aploma. Un viejo rostro se asoma y entre verjas mira el agua y hasta los de "con paragua" corren hacia los portales porque en aguaceros tales se ha de bogar en piragua. Retoza el pluvial afluente a su caribeño nido y en el nervioso alegrido revuelca hacia la corriente todo lo que le haga frente a su destendido abrazo que envuelve de ramalazo la altura y el litoral en un bullente canal o el preludio de un desguazo. Nuestra glorieta encantada cofre de azulejería de arábiga fantasía y fiel amanzanillada como una mujer celada se deja mansa bañar para a la noche iradiar en su prisma cien colores coqueteando a los olores y a los chasquidos del mar. El cielo se va aclarando se ve más limpio el paisaje la lluvia a dado un viraje y hacia el manglar va tronando las tusas pasan flotando y chapuza un aluvión de muchachos, y un gorrión grita a ras del campanario como si su itinerario lo borrara el nubarrón. Descorridas las cortinas de las nubes a la tarde el sol en un breve alarde lanza claras serpentinas que ahora bajan mortecinas y en un orgulloso alabo arcoiriza un blando rabo en siete franjas de antojo y ancla un crepúsculo rojo detrás del Guacanayabo. ***** Manzanillo, Enero 9 del 2004 |